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Bienaventurados los pobres en espíritu

  • pandevidamcallen
  • 24 may 2021
  • 5 Min. de lectura

Alguien dijo acertadamente: “si la felicidad fuera una enfermedad, ninguna otra seria más contagiosa que ella” Si usted transmite felicidad, si siempre tiene una sonrisa a flor de piel, no tendrá dificultad en contagiar y hacer amigos. Y es que todo ser humano tiene el deseo básico de ser feliz, y parece que todos los otros anhelos de la vida, tienen como fin la felicidad.




Pero tristemente son muchos los que andan en busca de esa felicidad de diferentes maneras, en diferentes lugares, de diferentes formas y todas ellas de una manera equivocada. Muchos son los que han gastado sus energías, sus recursos, años enteros de sus vidas en busca de la verdadera felicidad. Y tristemente se han esforzado buscando algo que no saben, algo que ni si quiera pueden definir, y que están a ciegas buscando en lugares equivocados. ¿Qué es la felicidad para usted? ¿Como podríamos definir la felicidad? ¿Has encontrado la felicidad?


Es hermoso como inicia el Sermón el Señor Jesús, diciéndonos que el anhelo de Dios, lo que Dios desea para ti y para mi es la felicidad. La palabra bienaventurado significa: feliz, pleno, dichoso, satisfecho, completo. Dios desde la misma creación del hombre buscó su felicidad y ahora quiere que continuemos en esa felicidad y nos da las pautas para alcanzarla, Jesús dice: “vivan de esta manera y les aseguro que serán felices”.


Es importante que sepamos que estas características que encontramos en las bienaventuranzas, identifican como debe de ser la vida del discípulo de hoy. No son una lista de elección múltiple, no es un buffet del cual podemos escoger y decir: “Me parece que me gustaría ser pacificador, pues creo que va muy bien con mi personalidad; o, que tal el ser misericordioso, al fin y al cabo puedo ayudar al necesitado”.¡No! Cada uno de ellas deben de estar presentes en un cristiano autentico. No puedo decir quiero ser pacificador, pero al mismo tiempo tener el corazón sucio, porque sencillamente el resultado será: “que no veré a Dios.” No puedo decir: quiero ser manso, porque tengo que solucionar problema de temperamento. !No! cada una de ellas forman un todo y carecer de una de ellas producirá un desequilibrio espiritual en nuestras vidas.

Por lo tanto, el que es pobre de espíritu llora por su condición, el que llora por su condición es debido a su mansedumbre; El que es manso, tiene hambre y sed de justicia; Quien se alimenta de esa justicia, es misericordiosos; Quien tiene misericordia es porque su corazón es recto; Quien tiene su corazón recto, es un pacificador; Y quien tiene estas características, tendrán que enfrentar a un mundo hostil y contrario a estas características.

La primera bienaventuranza dice: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.» ¿De quién está hablando Jesús? o ¿A que se refiere Jesús con pobres?. Que la pobreza espiritual es propia de la persona sensible y abierta a las demandas de la justicia de Dios. El pobre de espíritu lejos de negar, excusar o justificar su pecado, reconoce contrito y avergonzado que necesita de Dios porque su propia vida está en bancarrota moral y espiritual.

Una persona pobre de espíritu es aquella que es humilde de corazón, que no confían en sí mismo, sino que se aferran a Jesucristo como única fuente de seguridad y felicidad.

Desde siempre, Dios había revelado que una condición necesaria para que el hombre gozara de comunión y de las bendiciones de Dios, era el espíritu quebrantado y humilde. Leer Isaías 57:15 y Salmos 51.17

¿Por qué empieza Jesús con los pobres de Espíritu? Porque ser pobre de espíritu es la primera acción que debe de suceder en la vida de cualquier persona que anhela estar cerca de Dios, ya que nadie ha entrado sobre la base del orgullo. Mientras no seamos pobres de espíritu, no podremos recibir Su gracia. Usted ni siquiera puede ser cristiano a menos que sea pobre de espíritu. Porque hasta que no veamos nuestra fragilidad, nuestra pobreza, no podremos estar cerca de Dios. Jesús lo ilustra en la vida de dos hombres muy conocidos por aquella comunidad: el fariseo y el publicano Leer Lucas 18:9–14.

El orgullo de este fariseo era a tal nivel, que ni siquiera en su oración hay una petición a Dios, no había en él un sentido de necesidad delante de Dios. Ni siquiera había confesión de pecado, dolor por el pecado, necesidad de perdón. Su autosuficiencia, su soberbia, su orgullo era tal que se creía libre de pecado y cumplidor de ley. Aquí uno se tiene que preguntar: ¿En que momento de su vida perdió el enfoque? ¿Cómo pudo permitir que lo mecánico y lo superficial le hiciera perder de vista la humildad y la sencillez? Pero también aquí tenemos que preguntarnos ¿Cómo es nuestra actitud al acercarnos a Dios? ¿Hay un reconocimiento de la necesidad que tenemos de Dios? ¿Hay dolor por nuestro pecado?

Estoy más que seguro que ninguno de nosotros hemos elevado a Dios una oración tan grosera como la del fariseo, pero ¿Que de nuestras actitudes? Hablo de la apatía al acercarnos a Dios, de la indiferencia, de pasar días sin acercarnos a Dios, de no orar, no meditar en la Palabra de Dios, de darnos igual si faltamos una o más veces a la iglesia. La actitud de este fariseo fue de autosuficiencia. Autosuficiencia según el diccionario es la condición del que no necesita ayuda de nadie.Y en este caso el fariseo al parecer no necesitaba ayuda de Dios. Tan lejos estaba de Dios que se había vuelto insensible ante su propia culpabilidad. “te doy gracias porque no soy ni aun como este publicano”.

Y es interesante como las personas ante el pecado tratando de desviar su culpa y en un arranque deliberado por autojustificarse, en vez de arrepentirse y cambiar de vida, trata de llamar la atención no en si mismo sino en función de alguien más. El problema es que muchas veces queremos ignorar el pecado, o lo hemos camuflado tanto que nos despreocupamos por esa parte tan esencial para nuestra vida, y no nos arrepentimos. ¿Se ha endurecido tu corazón? ¿Has perdido toda sensibilidad cuando le fallas a Dios? ¿Te da lo mismo si pecas y no te arrepientes?


La palabra “pobre” viene de un termino griego que describe a un mendigo que desesperadamente busca ayuda, no es solo que es pobre, sino que es tan pobre que en su propia capacidad no puede hacer nada. Y esa es la manera en que Jesús espera que vivamos para que seamos los discípulos de hoy. Estar tan necesitados que no pase un día, un segundo, un instante sin que acudamos a buscar de Jesús Su gracia, Su perdón, y Su misericordia.

 

¿Cuál es el desafío de esta predicación del ayer para discípulos de hoy?

1. Recibe a Cristo sin Condiciones:

El hombre que ha entendido que necesita de Dios recibe a Cristo como Señor y Salvador. Como Señor ha de tener todo el control y el Señorío sobre tu vida, como Salvador no solo murió por nosotros sino que continua con nosotros.

2. Reconozca la gracia de Dios obrando en toda su vida:

El que es pobre en espíritu conoce sus carencia pero también conoce la plenitud de Cristo y de Su gracia.

3. Ser pobre de espíritu no es un evento en tu vida es un estilo de vida.

Ese sentimiento de pobreza lo acompañará todos los días de su vida por eso anhela crecer en santidad y vivir para Dios.


 
 
 

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