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Cristianos Del Mañana

  • pandevidamcallen
  • 23 mar
  • 6 Min. de lectura

Estoy seguro que usted ha conocido alguna persona que se ha apartado de los caminos de Dios, tal vez se congregaban juntos, alababan juntos, oraban juntos, tal vez se bautizaron al mismo tiempo, pero ahora ya no están; han vuelto atrás, han abandonado no solo al Señor, sino también la comunión en la iglesia. Aunque te sorprendas, es muy fácil verlo en otras personas, detectarlo en otras personas, y hasta intuirlo en otras personas, pero es muy difícil verlo en uno mismo; a veces ese proceso de alejamiento de las cosas de Dios es tan lento que suele ser imperceptible a nuestros sentidos espirituales. 

Muchas veces no nos damos cuenta que nos estamos alejando poco a poco de Dios, muchas veces ni lo percibimos porque nuestra relación con Dios se ha convertido solamente en una relación mecánica, monótona y ritualista. Pero, independientemente de cuál sea hoy tu relación con Dios, si es fuerte, dinámica, constante y creciente, o que tal vez sientes que te has enfriado, que te estas alejando poco a poco, hoy es el día para regresar a los brazos de Cristo, hoy es día de restauración, hoy es el día para volver a Dios.  

No se sorprenda de esto, porque Dios lo identificó en su pueblo, Cristo lo identificó en los suyos, Pablo tuvo que lidiar con con esto en varias iglesias, el apóstol Pedro también lo identificó dentro de la iglesia, y ahora también el apóstol Santiago escribiendo a su iglesia ve este peligro. Y Santiago nos dará la clave para mantenernos firmes hasta que Cristo venga por su iglesia o hasta que llegue el día que nosotros vayamos a Cristo. 

   

Si usted ha sido detallista habrá notado que Santiago enfatiza la Palabra de Dios desde el versículo 18 al 25. Y lo primero que nos dice Santiago es que la palabra de Dios tiene poder para dar vida a lo que no tenía vida.

Él quiso darnos vida por medio de la palabra de verdad, para que fuéramos los primeros frutos de su creación”. Santiago 1.18 (NBV). 

Este milagro de vida no fue algo que tu yo realizamos, no hay intervención humana, no hubo involucramiento humano, ni mucho menos mediación de hombres.  La iniciativa, la decisión, la obra y la acción ha sido exclusivamente de Dios y de nadie más. Solo Dios nos trajo a la vida. El Buen Pastor salió a buscarnos y nos hizo nacer de nuevo. De hecho, Pablo dice que incluso cuando nosotros éramos enemigos de Dios, salió a buscarnos.

Cuando éramos enemigos de Dios, él hizo las paces con nosotros a través de la muerte de su Hijo. Con mayor razón ahora que somos amigos de Dios, él nos va a salvar por medio de la vida de Cristo”. Romanos 5.10. (PDT)

Así que lo que Dios hizo, lo que Dios está haciendo, y hará en nosotros es perfecto, es suficiente, es completo; sin embargo, hay algo que tú y yo debemos de hacer para no salirnos del camino, para no solo comenzar bien sino terminar bien y es: Recibir la palabra de Dios, creer en la palabra de Dios, y vivir esa palabra. Dicho de otra manera, no es suficiente con creer la palabra, es necesario vivir en la palabra.  Así que, es muy probable que hoy alguien aquí este al borde de salirse de los caminos de Dios, y Dios hoy te está llamando. Porque según los registros bíblicos los cristianos del mañana pertenecen a una iglesia, participan de las actividades de la iglesia, conocen lo que se hace dentro de la iglesia, pero se están auto engañando con relación a su verdadera condición espiritual. 

   

Es por esa razón que Santiago nos advierte que es un error gravísimo el pensar que podemos conformarnos con simplemente tener una obediencia a medias, una obediencia parcial, una obediencia pobre y no aplicar a nuestra vida lo que ella establece. Que es un error el habituarnos simplemente a oír verdades y afirmar verdades espirituales con un amen, pero que esas verdades no se apliquen en nuestras vidas. Cristo nos advierte:

»Todo el que presta atención a mis enseñanzas y las pone en práctica es tan sabio como el hombre que edificó su casa sobre una roca bien firme. Cuando llegaron las lluvias, las inundaciones y los huracanes, la casa no se derrumbó porque estaba edificada sobre roca. 
Pero el que oye mis enseñanzas y no las pone en práctica, es como el tonto que edificó su casa sobre la arena. cuando llegaron las lluvias, las inundaciones y los fuertes vientos, la casa se derrumbó y su ruina fue irreparable»”. Mateo 7.24-27 (NBV).

Esta historia es muy aleccionadora porque Cristo desea que entendamos que todos en esta vida estamos en la tarea de construcción, de edificación, de levantar una estructura.  Reemplacemos casa por corazón, casa por actitudes, casa por carácter, por hogar, carrera, profesión, fe, etc.; Todos estamos en esta tarea de construcción, y cada decisión que tomamos, cada paso que damos, cada proyecto que emprendemos, contribuye a que la edificación sea buena o mala. Y de la manera en que establezcamos los cimientos, los materiales, y las bases; determinará si esta casa se mantendrá de pie o será derribada por las adversidades de la vida. Es importante notar que hay solamente dos clases de constructores, no tres, ni cuatro, ni cinco, solo hay dos:  Quienes edifican sobre la roca y quienes edifican sobre la arena; el uno es sabio y el otro es necio. 

   

Me llama mucho la atención que esta palabra “necio” en el idioma original también se traduce como: “morós”. De donde también, viene nuestra palabra al español: “moroso”. ¿Quién es un moroso? Alguien que está retrasado, alguien que ha incumplido, alguien que siempre está aplazado las cosas. Ósea que es alguien que, aunque entiende que Dios le está diciendo que tiene que cambiar, que debe abandonar ciertos pecados, que tiene que edificar su vida en roca, que debe vivir su vida en obediencia y bajo la voluntad de Dios,  responde: “Mañana comienzo”.

    El moroso responde: “Qué bueno que estuvo hoy la predicación, pero mañana comienzo”; un moroso le dice a su mujer: “después nos casamos, al fin de cuentas no necesito un papel para decirte que te amo” pasan los años y no se casan, y siguen viviendo en pecado. Pueden ser felices, pueden tener hijos y un buen trabajo, pero a los ojos de Dios esa unión no está aprobada. Cada domingo les hacemos el llamado a tomar una decisión seria con Jesús, a comprometerse con Jesús, a rendir sus vidas a Jesús, pero lo dejan para mañana. Y dicen: “mañana comienzo a orar más, mañana comienzo a tener una relación más profunda con Dios, mañana comienzo a darle más tiempo a Dios, a servir a Dios, amar a Dios, mañana será ese día de cambio”. Y se convierten en los cristianos del mañana porque ese mañana, no llega.      

El problema con un cristiano del mañana es que siguen aplazando las cosas que son no solo importantes para su vida, sino de suma prioridad. Por lo tanto, si Dios te está hablando hoy, hoy es el día para hacer los cambios, no mañana. Porque ¿Quién te puede asegurar que mañana tu estarás en esta tierra?  ¿Quién te puede asegurar que mañana tendrás una nueva oportunidad para el cambio? Pastor, ¿Qué tengo que hacer para no ser un cristiano del mañana? ¿Qué debo de hacer para edificar mi vida sobre la roca? El apóstol Santiago nos lo responde:


 1. Necesitamos limpiar nuestro corazón:

Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia” Santiago 1.21. Esta es la primera condición para edificar vidas sobre la roca, el apóstol nos dice: dejen a un lado todo aquello que obstaculiza que la Palabra produzca, genere, y desencadene cambios en sus vidas. Santiago utiliza la palabra “Inmundicia” que identifica el carácter sucio del pecado. Y la palabra “malicia” que nos habla de la naturaleza perversa y dañina del pecado. 

    Palabras más, palabras menos, Santiago nos dice que es imposible que la palabra tenga un impacto en nuestras vidas; si no somos sinceros con Dios y renunciamos al pecado, nos alejamos del pecado, y vencemos el pecado. Porque de lo contrario, la palabra no va producir cambios en un corazón sucio. Es muy interesante el término inmundicia, porque en la época del Nuevo Testamento se utilizaba para referirse a la cerilla que se acumulaba en el oído y no permitía la buena audición. Santiago dice: “hay una barrera muy peligrosa que impide el recibir la palabra no solo con la actitud correcta, sino con el propósito de efectuar cambios.     

Hay una cerilla introducida en nuestros oídos que no nos permite recibir y poner en acción la palabra de Dios. Por lo tanto, con sinceridad debemos evaluémonos: ¿Qué pecado esta tan arraigado en tu vida que la palabra no puede causar el efecto deseado en ti? ¿Qué has permitido en tu vida que ha relegado a un segundo plano la Palabra de Dios? ¿Cómo estamos recibiendo la palabra?  Porque de la manera en que la recibamos, porque en la manera que seamos receptivos los resultados será de mucha bendición para nuestra vida.  Santiago dice: “Esta palabra tiene poder para salvarles la vida”. Santiago 1.21 (NBV). 

 
 
 

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