Cómo Vencer La Ansiedad Parte I
- pandevidamcallen
- 20 sept 2023
- 5 Min. de lectura
Muchos expertos en salud han definido la ansiedad, las preocupaciones y el estrés como la autentica epidemia silenciosa del siglo XXI. Según las estadísticas de años anteriores el 75% de las personas que se suicidaban sufrían de depresión y ansiedad. Y mucha de esa ansiedad que experimentamos se origina como resultado de la adversidad, viene como consecuencia del sufrimiento, viene a nuestra vida cuando los problemas surgen: En la familia, en el trabajo, en las finanzas, con los hijos, etc. La ansiedad “Es un estado de intranquilidad interior”. La ansiedad no hace distinción entre hombre y mujer, ni muchos menos al niño ni al joven o al anciano; el casado, el soltero, el pobre y el rico; La ansiedad no hace acepción de personas.

Quizás por días hemos estamos esperando un diagnóstico del doctor y nos ha anticipado que puede ser cáncer, y te llenas de ansiedad; ante esta situación Pablo nos diría: “Por nada estéis angustiados”. O uno de nuestros hijos está tomando malas decisiones, están siendo mal influenciados por otras personas, o viviendo una vida desordenada, y te llenas de ansiedad; Para esta situación Pablo nos diría: “Por nada estéis angustiados”. Tal vez estas tramitando una documentación para el estatus legal, y nos han dicho que quizás te lo nieguen, y nos llenamos de ansiedad; para esta situación Pablo nos diría: “Por nada estéis angustiados”.
Escucha lo que también nos dice Cristo: “Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas”. Mateo 6.34 (NVI). Jesús quiere que recordemos que muchos de los eventos que acontecen en nuestra vida, especialmente aquellos de carácter negativo, no los podemos controlar. El Señor nos dice: “Que mucha de la angustia que experimentamos se debe a que hemos quitado nuestra confianza en Él, y nos hemos enfocado en el problema” “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”. Mateo 6.26
Es interesante que Jesús no resolvió el problema de la ansiedad pidiéndoles a sus discípulos que reprendieran al Diablo, o que comenzaran a buscar quien era el culpable del problema. El Señor dirigió nuestra atención a Dios, nos lleva a entender que todo tipo de ansiedad es una actitud que cada uno tomamos, que elegimos; Nadie nació con ansiedad, ni mucho menos tiene que ver con el ADN, ni es hereditario, es algo que elegimos todos los días. Aunque todos queremos estar paz y tranquilidad, sin embargo, la mayoría de nosotros, si somos sinceros tenemos que admitir que experimentamos más tensión que paz.
Y créame que nosotros los cristianos no nos escapamos de padecer de ansiedad; Porque muchos lamentablemente ante una situación difícil llámese enfermedad, separación, muerte, hostilidad, crisis financiera, crisis emocional o espiritual la primera reacción es darle la espalda a Dios; Muchos pierden las esperanzas, y olvidan que Dios continúa siendo el mismo ayer, hoy y por siglos. Por esa razón el apóstol Pablo nos dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Filipenses 4.6.
Por lo tanto, ninguna circunstancia, evento, acontecimiento, accidente, enfermedad, catástrofe, muerte nos debe de producir el que nos afanemos, el que nos sintamos ansiosos. Porque las consecuencias de sufrir esta condición emocional pueden ser muy lamentables.
El Rey David vivió un tiempo de angustia intensa. David estaba tan preocupado por situaciones personales, situaciones del reino que expreso: “Mi corazón se angustia dentro de mi. El terror a la muerte me domina”. Salmos 55.4. Literalmente David se sentía que se estaba muriendo. Y toda esa ansiedad, había desatado toda una crisis que se exteriorizaba en su cuerpo. Y aunque la ansiedad, el estrés, la preocupación no es una enfermedad, estas si producen y causan enfermedades.
Se la ha relacionado con la hipertensión, el acelerado ritmo cardíaco, la migraña, los problemas de la tiroides, temblores involuntarios, insomnio. Cuando usted se preocupa lo que obtiene son úlceras, dolores de espalda, dolores de cabeza, irritabilidad y una gran cantidad de desórdenes alimenticios. En la Biblia las palabras: “angustia”, o ‘ansiedad’. provienen de un término griego que se traducen como: Dividir la Mente. Por lo tanto, la tensión, el estrés, la preocupación, la angustia y la ansiedad son condiciones que divide nuestra mente, divide nuestros esfuerzos, divide la capacidad para responder como Dios espera que nosotros responsamos ante la adversidad.
Es por eso que el Señor nos dice en Su Palabra: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Isaías 26.3.
Tenemos que preguntarnos: ¿Hasta dónde hemos permitido que las preocupaciones de la vida nos estén alejado de Dios? ¿Hasta qué punto los afanes han opacado tu relación con Dios?
Entonces, ¿Cómo podemos evitar que nuestra mente este dividida? ¿Cómo podemos evitar y contrarrestar los efectos que produce la ansiedad, las preocupaciones, el estrés, la tensión? Pablo nos da tres poderosos recursos para contrarrestar, para vencer, para triunfar frente a la ansiedad: Estos son: “oración, ruego, y acción de gracias”. El apóstol Pablo nos dice que el remedio, la cura, el antídoto para esa sensación de intranquilidad, de preocupación, de ansiedad que nos arropa es por medio de la oración.
Mis hermanos Dios nos llama a orar. Es delante de Dios que debemos llevar nuestra ansiedad, nuestras luchas y temores, nuestras inquietudes y problemas. El apóstol Pedro lo dice de una manera similar: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 Pedro 5.7. Escucha como Cristo nos ofrece su aliento en medio de la angustia: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”. Mateo 11.28 (NVI).
La comunión con Dios a través de la oración es el antídoto para no caer en angustias, en desesperaciones, y en ansiedad. En palabras sencillas la oración es comunicarle a Dios como nos sentimos, es expresarle a Dios lo que estamos sintiendo en nuestro corazón. Orar es mencionarle al Señor lo que estamos viviendo y pedirle humildemente que nos conceda lo que necesitamos. Debemos presentar nuestras peticiones en oración. Debemos tener nuestros pensamientos en Cristo, porque si nosotros permitimos que lleguen a nosotros pensamientos negativos, nuestro corazón va estar vulnerable, nuestra mente va estar expuesta para que Satanás nos ataque. En medio de la adversidad el enemigo va a comenzar a ponerte dudas en cuanto al poder de Dios; Dudas en cuanto a las promesas de Dios, dudas en cuanto a los propósitos de Dios. Va a comenzar a susurrarte en el oído y decirte: “eso te lo mereces porque le fallaste a Dios, todo este sufrimiento que estas recibiendo bien merecido lo tienes”. Quizá la peor mentira que el diablo puede sembrar en la mente de las personas es: «Que no puedes confiar en Dios».
Con mucha razón Pablo nos dice: “No se angustien por nada; más bien, oren”. Es decir: no dejen por fuera ningún aspecto de sus vidas sin acudir a Dios en oración, sin depender de Su voluntad, sin confiar en Su mano. Pablo nos dice que no podemos desconectarnos de Dios, que es imposible vivir vidas en victoria sin pasar tiempos de intimidad con Dios, que al final de cuentas tenemos que entender que mi relación con Dios debe de ser dinámica, real y permanente. Mis hermanos, vivir sin oración es exactamente lo mismo que vivir sin Dios, y vivir sin Dios es vivir una vida vacía. Pero no olvide que jamás los hombres lograran abrir las ventanas de los cielos, jamás los hombres estarán más cerca de Dios, a menos que se tenga una vida profunda de oración.
¿Cómo se encuentra tu vida de oración? Cristo nos dice: “No se cansen de pedir, y Dios les dará; sigan buscando, y encontrarán; llamen a la puerta una y otra vez, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abrirá”. Mateo 7.7-8.



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