En Boca Cerrada No Entran Moscas
- pandevidamcallen
- 9 nov
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“En boca cerrada no entran moscas” es un refrán que nos recuerda que en ciertas ocasiones, es mejor mantener la boca cerrada para no lastimar, para no herir, para no decir algo que va a causar daño, y de paso evitar que nos metamos en problemas. A menudo, hablar demasiado o decir cosas sin pensar puede causar malentendidos, conflictos o revelar información que no debería ser compartida. Este es un dicho muy conocido que nos llama a ser discretos, prudentes y sabios para evitar la entrada a nuestra boca, de algo tan desagradable como lo es que una mosca entre en nuestra boca. Santiago ya nos ha advertido de los peligros que hay si no controlamos la manera en que hablamos. En 1:19, nos ha exhortado a ser “tardos para hablar”, en otras palabras, a pensar antes de hablar, porque hablar impulsivamente causa mucho daño.
En 1:26, nos dice “Si alguien se cree muy santo y no cuida sus palabras, se engaña a sí mismo y de nada le sirve tanta religiosidad”. Santiago 1.26 (TLA). Y en 2:12, nos ha recordado que seremos juzgados no solamente por lo que hacemos, sino también por lo que decimos. “En el día del juicio, Dios nos juzgará de acuerdo con la ley que nos libera del pecado. Por eso, debemos tener mucho cuidado en todo lo que hacemos y decimos”. Santiago 2.12 (TLA)
Creo sin miedo a equivocarme que todos nosotros sabemos y hemos sido testigos, del daño que este pequeño miembro llamado la lengua puede causar. Porque este pequeño órgano tiene todo el potencial para destruir con las mejores relaciones familiares, puede destruir años enteros de amor y respeto entre esposos; la lengua puede conseguir romper con los lazos más fuertes de amistad, destruir el mejor ambiente laboral y que decir de la armonía y hermandad de una congregación. Es tan delicado y de suma importancia este tema, que el sabio Salomón no exagera al declarar que: “La lengua apacible es árbol de vida; Mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu”. Proverbios 15.4.
Cuanto dolor y sufrimiento se evitaría si se tomará con responsabilidad el hacer un uso correcto de las palabras. Vale la pena tomar una pausa y hacernos una autoevaluación y preguntarnos: En mi diario vivir: ¿Qué tipo de persona mis conversaciones dicen que soy? ¿La manera en que me expreso transmite a los demás confianza o desconfianza? ¿Cuántas palabras han sido hirientes, ofensivas, o palabras que lastiman más que un golpe? Si Dios tiene contabilizadas cada una de mis palabras y estas serán definitivas en el día del juicio, entonces la pregunta es: ¿Cómo he usado mi lengua?
Entendiendo lo dañino que es nuestra lengua, Santiago nos dice:
1. Tenemos Una Gran Responsabilidad:
“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación”. Santiago 3.1. Este es un versículo muy clave, porque Santiago nos advierte no solamente de tener la precaución de no usar mal la lengua, sino que también nos advierte de tener cuidado al usar bien nuestra lengua. ¿Cómo así pastor? Porque si al enseñar a otros, nosotros mismos no practicamos lo que enseñamos, tenemos mayor responsabilidad que los propios oyentes.
No piense que este versículo está dirigido únicamente a los maestros dentro de la iglesia, porque en un sentido, todos los que estamos recibiendo la palabra de Dios, como hoy usted la esta recibiendo, también caen en la categoría de maestros de la Biblia al recibir mayor información; y a mayor información recibida, mayor es la responsabilidad.
2. No Desestimemos el Gran Potencial de Pecado que tiene la lengua:
“Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. Santiago 3.2. Con relación al manejo de nuestra lengua, Santiago nos dice: “QUE NADIE SE SALVA”. Porque a veces no se trata únicamente de lo que dijimos, sino también cómo lo dijimos, otras veces no se trata únicamente de utilizar palabras groseras, sino también muchas veces decimos cosas buenas pero de mal manera, especialmente cuando no lo hacemos con tacto. Y puede ser que estes en lo correcto, que tengas toda la razón, pero muchas veces se dicen las cosas correctas sin tener la discreción o el tacto para no hacer sentir mal a la otra persona.
Y Santiago es directo y nos dice que esto sucede muchas veces. “Porque todos ofendemos muchas veces”. En otras palabras, no desestimemos el gran potencial de pecado que tiene nuestra lengua, porque con mucha frecuencia y de diferentes formas ofendemos, herimos, y lastimamos a las personas que más amamos, a las personas que más cerca están de nosotros y les causamos heridas.
3. No Ignoremos El Gran Poder Que Tiene La Lengua:
Para ayudarnos a entender, y a no pasar por alto el impacto destructivo que puede tener nuestra lengua, Santiago presenta no una, ni dos, sino tres ilustraciones poderosas. Cada una muestra cómo algo tan pequeño puede causar efectos enormes y dañinos cuando nuestras palabras se usan sin dominio ni responsabilidad. “Cuando les ponemos freno en la boca a los caballos, podemos hacer que nos obedezcan y así los dominamos”. Santiago 3.3 (NBV).
La idea es muy clara: Aunque el caballo es un animal fuerte, inteligente y con voluntad propia, es controlado cuando el jinete toma las riendas. Si tiras de las riendas: logras frenarlo; si sueltas un poco las riendas: el caballo se pone en marcha; si quieres girar a la derecha o izquierda, lo único que tienes que hacer es guiarlo. Y todo eso es posible con un pequeño freno en la boca del animal. Su voluntad, su fuerza, su inteligencia, su capacidad, su naturaleza se reduce a ese pequeño artefacto llamado freno con el que lo dominamos.
Y ese mismo principio se debe de aplicar a nuestras vidas: necesitamos ponerle freno a nuestra lengua si queremos evitar producir dolor, resentimiento y heridas profundas en el corazón de las personas. Con mucha razón Salomón escribió: “El corazón del justo piensa bien antes de hablar; la boca de los perversos rebosa de palabras malvadas.”. Proverbios 15.28 (NTV)
La segunda ilustración que nos da el apóstol es la de los barcos. “También un pequeño timón hace que un enorme barco gire adonde desee el capitán, por fuertes que sean los vientos”. Santiago 3.4 (NTV). No importa el tipo o el tamaño de barco, puede ser un crucero o un barco que transporta mercancía, petróleo, o gas; no importa si es un buque de guerra, o si usted se monta en una lancha para pescar. El concepto de navegación es el mismo: “un pequeño timón”. Que comparado con la capacidad y el tamaño de la nave es sumamente pequeño; no obstante, puede fácilmente dirigir la nave por donde el que las gobierna, en este caso el capitán de la nave quiere.
En este punto, Santiago eleva la intensidad de su mensaje. Después de mostrarnos los peligros que encierra la lengua, en su tercera ilustración revela con mayor claridad la magnitud del daño. “De la misma manera, la lengua es una pequeña parte del cuerpo, pero presume de grandes cosas. Hasta un gran bosque puede incendiarse con una pequeña y débil llama de fuego”. Santiago 3.5 (PDT)
No cabe duda que cuando se emplea correctamente nuestra lengua, ella es capaz de traer armonía, deleite, gusto, animo, edificación; la lengua bien manejada construye, alienta, sana, restaura, motiva. Pero mal empleada solamente sirve para destruir y consumir todo lo que se le cruce en el camino, como en el caso de un incendio.
La enseñanza entonces es muy clara, la lengua bien refrenada por las riendas y bien dirigida por el timón, es motivo de mucha bendición y de buen testimonio. Pero, sin el debido control su fuego es en extremo destructivo. No sé si en algún momento te has detenido a pensar: ¿Cómo una simple palabra puede transformarlo todo? Con una simple palabra puedes construir o destruir, sanar o herir, unir o separar, animar o desanimar, alentar o desalentar.
Alguien comparo cada palabra como semillas. Y dijo: “que estas semillas dependiendo de cómo las uses, pueden florecer y convertirse en hermosas flores o en espinas venenosas”. ¿Alguna vez has sentido el peso de una palabra mal dicha? Una crítica dolorosa, un chisme venenoso, un comentario despectivo... nuestras palabras tienen el poder de marcar a las personas de maneras que ni siquiera imaginamos. Cristo nos dice algo muy revelador: “pero lo que sale de la boca, del corazón sale”. Mateo 15.18-19. Según Jesús, el problema radica en el estado y la condición en la que se encuentra nuestro corazón. Lo que tenemos que hacer si es que anhelamos y deseamos cambiar nuestra manera de hablar es efectuar un cambio de corazón.
Pero si usted se resiste a cambiar su corazón, y su forma de hablar, Cristo nos también nos dice: “más yo digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán a cuenta en el día de juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Mateo 12:36-37.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR:
Es nuestro hablar un indicador de nuestra condición espiritual
¿Cómo puede algo tan pequeño como la lengua tener un impacto tan grande?
¿Si ofendemos muchas veces con nuestra lengua, que hacer para no causar dolor?
¿Qué pasos prácticos puedes tomar para dominar tu lengua esta semana?



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