En Boca Cerrada No Entran Moscas
- pandevidamcallen
- hace 6 días
- 6 Min. de lectura
Actualizado: hace 4 días

Creo que todos recordamos las famosas frases del Chavo del 8: “Es que no me tienen paciencia”, “Fue sin querer queriendo”; “bueno, pero no se enoje” “eso, eso, eso, eso” o la frase que más usaba cada vez que decía algo sin antes pensar: se me chispoteó”. Si somos sinceros, creo que en más de una ocasión hemos tenido que recurrir a alguna de esas frases celebres, porque decimos cosas sin pensar, porque decimos cosas que hieren, porque muchas veces expresamos sin tacto, sin discreción, sin prudencia.
A veces fallamos, y cuesta admitirlo, pero es cierto: muchas veces no seguimos el consejo bíblico de pensar antes de hablar. Sin embargo, reconocerlo es el primer paso para cambiar. Salomón escribió: “El corazón del justo piensa bien antes de hablar; la boca de los perversos rebosa de palabras malvadas”. Proverbios 15.28 (NTV)
Santiago reconoce el daño profundo que pueden causar las palabras mal empleadas: una observación inapropiada, una crítica que lastima, una mentira que rompe la confianza o un chisme que hiere en silencio. Su anhelo es preservar a la iglesia de esas heridas, pero él sabe que el impacto no se limita a lo que ocurre dentro de las cuatro paredes del templo. Santiago reconoce que la iglesia está compuesta por familias y por matrimonios que sufren profundamente cuando nuestras palabras se descontrolan y dejan de reflejar la sabiduría que nos da la Palabra de Dios." La iglesia la conforman padres e hijos, hermanos, trabajadores, empleados, empresarios, amas de casa, personas jubiladas, y Santiago entiende que, si no controlan su manera de hablar sus vidas se destruirán.
La semana pasada hablamos acerca de:
Tenemos Una Gran Responsabilidad: (3.1).
No Desestimemos el Gran Potencial de Pecado que tiene la lengua: (3.2).
No Ignoremos El Gran Poder Que Tiene La Lengua: (3.3-5)
Hoy estudiaremos los versículos 6 al 8. Las ilustraciones del caballo con su freno y del barco guiado por su timón nos mostraron el gran potencial de nuestra lengua cuando está sujeta, controlada y orientada correctamente. Sin embargo, la imagen del fuego presenta el contraste opuesto. La imagen del fuego nos ilustró lo volátil, destructivo y peligroso que puede volverse el uso irresponsable de nuestras palabras.
4. Reconocer El Alcance Indomable De La Lengua: (vv.6-8)
Aquí en Estados Unidos, especialmente en California, muchos de los incendios han comenzado con tan solo una chispa, y su poder de destrucción ha sido total produciendo muchas perdidas humanas y materiales. Santiago nos dice: Así es la lengua. Un pequeño comentario, una palabra mal dicha, una expresión fuera de lugar, una palabra sin tacto y sin amor, una mentira, un engaño, una calumnia, un chisme es capaz de destruirlo todo. Leer Proverbios l6.27.
Creo que no hay mucho que añadir, porque el fuego nos ofrece una clara comprensión de los alcances de la indomable lengua. Santiago nos da tres características de lo peligrosa que es nuestra lengua:
A. Un mundo de maldad:
Cuando nosotros decimos cosas malas, cuando nos expresamos con ira, con odio, con desprecio, con frases que lastiman; no es producto de un arranque inocente de enojo, o rabia, o que usted sea de malas pulgas; Santiago desea que entendamos que es el resultado de la expresión máxima del pecado que aún tenemos anidado en el corazón.
B. Contamina todo el cuerpo:
Noten lo peligroso que es nuestra lengua porque Cristo ya nos había dicho que: “pero el mal hablar brota de la suciedad del corazón y corrompe a la persona que así habla”. Mateo 15.18 (NBV). Y Ahora también Santiago nos dice que lengua contamina todo el cuerpo. En otras palabras, no podemos excusarnos diciendo: “No hagas caso de lo que dije, fue sin pensar”; “perdóname por lo que te dije, es que tuve un mal día”. Nuestras palabras no solo nos contaminan a nosotros, contaminan también a quién las recibe.
C. El Mejor Aliado De La Lengua Es El Diablo
Pero lo más terrible de estas características que nos da Santiago, es que la lengua es inducida, avivada, e impulsada por el mismo infierno. Muchas de nuestras malas palabras son inspiradas, alentadas, instigadas por el mismo diablo. “La lengua incendia todo el curso de nuestra vida y sus llamas vienen del mismo infierno”. Santiago 3.6 (PDT).
Santiago no está afirmando que el diablo nos obliga a usar mal la lengua; la responsabilidad de nuestras palabras nos pertenece a nosotros. Sin embargo, también es cierto que el enemigo alienta y fomenta todo uso destructivo del habla. El diablo se deleita cuando nuestra lengua hiere, divide o destruye, aprovechando ese daño para sus propios propósitos. La pregunta que queda es inevitable: ¿qué vamos a hacer al respecto? Porque el solo hecho de saber esto, debería de frenarnos antes de usarla mal. ¿Cuál es la solución? Que nuestra lengua, que nuestras palabras, que nuestro vocabulario, que la intención detrás de nuestras conversaciones estén dirigidas, controladas, transformadas y empoderadas por el Espíritu Santo de Dios.
5. Un verdadero cristiano sabe controlar sus palabras:
“Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios… Eso, hermanos míos, no debería ser así”. (vv.9-10). Santiago dice: “no puede ser que hoy muchos estén cantando alabanzas al Señor, pero al salir de este lugar con sus labios estén maldiciendo”; “no puede ser posible que los mismos que han ofrecido adoración al Señor, al salir de este lugar estén diciendo groserías”; ESO ESTÁ MAL. Y la razón principal del porque “no debería ser así” es, porque nuestro estatus de nuevas criaturas en Cristo se debe reflejarse también en mi forma de hablar. Leer 2 Corintios 5.17.
Yo tengo que caminar como Cristo, sentir como Cristo, pensar como Cristo, reaccionar como Cristo, amar como Cristo, perdonar como Cristo, pero también tengo que hablar como Cristo. Lo que Santiago esta condenando es que muchos mientras están en el servicio, delante de los hermanos en Cristo, mientras dura la reunión dominical mostramos nuestro lado bueno; y utilizamos nuestra lengua para alabar a Dios; expresar su bondad, agradecerle por sus bendiciones, declarar sus maravillas y afirmar una devoción a Dios, pero al salir de ese lugar “maldicen a las personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios”. ESO ESTÁ MAL.
Alguien podrá decirme: “Pastor, pero es que usted no se imagina lo que esta persona me dijo”; pastor es que así es que nosotros hablamos en el trabajo. Pastor es que si no le hablo de esta manera no me entienden. Pastor es que así hablamos los colombianos, los dominicanos, los cubanos, los mexicanos, los Puertorriqueños”. Entonces, lo que usted me está diciendo es ¿Qué usted salió de su tierra, pero su tierra no ha salido de usted? Santiago te diría: “Eso, hermanos míos, no debería ser así”.
¿Qué debemos de hacer?
1. Póngale Un Poco De Sazón A Tus Palabras:
El creyente está llamado a usar sus palabras de manera apropiada en cada circunstancia. Nuestra boca no fue dada para causar daño, sino para hacer el bien; no para derribar, sino para levantar. Pablo dice: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Colosenses 4.6.
Con esta figura de la sal, a lo menos encuentro tres usos:
En primer lugar, la sal se usaba en aquel tiempo, como se hace hoy, para dar sabor a la comida. De la misma manera, nuestra conversación debe producir una buena impresión en la mente y el corazón de quien nos oye. El apóstol compara nuestras palabras con el arte de sazonar un alimento: no deben carecer de sal al punto de no tener sabor, ni como mucha sal que sea difícil de comer. Que nuestra conversación tenga el toque preciso que le dé buen gusto y la haga agradable a quienes la oyen.”
En segundo lugar, La sal tiene la función de mantener los alimentos en buen estado y frenar su descomposición. Así también nuestras palabras deben de tener ese toque que ayude a proteger, cuidar y preservar el corazón de quienes nos escuchan. Finalmente, la sal se utiliza para provocar sed. Nuestro uso de las palabras debe provocar en otros anhelo, deseo, y el gusto de querer escucharnos hablar.
2. Solo Cristo pueda ayudarte a cambiar:
La Biblia afirma que el problema de la lengua no es en esencia, un problema de vocabulario, temperamento, hábitos externos, o cultural; es un problema del corazón. Por lo tanto, Jesús es el gran sanador, la única esperanza para nuestros corazones y lenguas dañadas por el pecado. Ven a Jesús, porque solo Él puede purificar, renovar y dirigir la manera en que hablamos. La obra de Cristo no es una corrección superficial, sino un cambio de corazón.“El que cree en Mí, como ha dicho la Escritura: “De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva”». Juan 7:38 (NBLA).
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR:
¿Qué implica que la lengua es “inflamada por el infierno”?
¿Cómo se relaciona lo que decimos con lo que hay en nuestro corazón?
¿De qué manera la lengua refleja el tipo de relación que tenemos con Dios?
¿Qué medidas específicas se pueden tomar para apagar los fuegos provocados por una mala palabra?



Comentarios